Femés: Una historia con final (I)

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Al sur de Lanzarote, a resguardo en un valle que casi parece sacado de Oriente Próximo, se encuentra el pueblo de Femés. Vía de paso utilizada por muchos residentes y turistas que acuden a las playas de la zona o para visitar la iglesia de San Marcial, patrono de la isla.

Lo que desconocen muchos de sus visitantes es que antaño fue la cabecera de un municipio independiente. Una de las mejores descripciones del pueblo es la que hizo Arozarena en Mararía:

Las de Femés son casas extrañas, como diseñadas por un arquitecto de Oriente, un arquitecto de Jerusalén, para mejor puntualizar. Abundan las cúpulas, los muros, los hornos de pan, los grandes patios, los pozos, las cuadras y los camellos. A más pedir está la media luna, las mujeres embozadas, las palmeras y la cal. Femés es un pueblo de Oriente que llegó a la isla con vendavales de África, con las arenas del Sahara, grano a grano, y se fue transportando, depositando, reconstruyendo. Claro que también puede ser un espejismo. Femés puede ser el espejismo de algún pueblo de la Biblia.

Todo comenzó a finales del siglo XVIII. En 1797 los vecinos de Femés solicitaron al obispado la creación de una parroquia segregada de la de Yaiza, con los argumentos, entre otros, de que su patrón había sido el titular de la catedral de Rubicón y patrono jurado de toda la isla. Sin embargo, este ansiado objetivo no se logra hasta el 4 de junio de 1818 cuando la antigua ermita se erige en parroquia.

Con la creación de los municipios modernos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se establecen los ocho ayuntamientos lanzaroteños, entre ellos el de Femés, siguiendo los mismos linderos que delimitaban las divisiones parroquiales.

A mediados del siglo XIX, y gracias al Diccionario estadístico-administrativo de Pedro de Olive, sabemos que el municipio de Femés contaba con un lugar, el propio Femés, y tres caseríos: Las Casitas, Maciot y Papagayo. Con ello podemos establecer que el entonces municipio abarcaba todo el sur de la isla, desde el valle de Femés hasta la costa, lindando por el norte y este con el municipio de Yaiza y el sur y oeste con el mar. Las sequías, la dureza del territorio y las constantes hambrunas propiciaron una constante emigración al exterior y limitaron el crecimiento de la población que, durante el siglo XIX, rondaría los 300-400 habitantes.

Para saber más:

LOBO CABRERA, Manuel y QUINTANA NAVARRO, Francisco (Dirs.): Yaiza y su tierra. Síntesis histórica. 1999.