La Cueva de los Verdes fue utilizada durante siglos como refugio y guarda del ganado. Esta situación no resultaba extraña dada la escasez de elementos fortificados con los que contaba la isla, así como por las sucesivas invasiones piráticas que sufrió durante buena parte de los siglos XVI y XVII.
El alcance de su importancia lo prueba la mención a la cueva que el ingeniero cremonés Leonardo Torriani dedicó en su Descripción de las Islas Canarias:
“En tiempos de invasiones, aquí se retira la gente principal, con el marqués; los demás se ocultan en las cuevas de los montes, entre las cuales se halla una, llamada de los Verdes, muy grande y segura, hacia noreste, a seis millas de distancia de la villa. Tiene la entrada tan baja y tan estrecha, que sólo una persona que se arrastra pegada a la tierra puede entrar en ella; y en su interior tiene antros de maravilloso artificio, que parecen hechos por mano maestra, y con pasajes ásperos y difíciles, que no se pueden franquear sin luz. Algunos conocedores dicen que dentro tiene un río secreto, que corre con gran ímpetu, y que muy pocos conocen. Tiene también otra salida, que responde al mar, por la cual los hombres y las mujeres que se amparan allí, pueden salir y embarcar.”
Quizás el hecho más conocido y notorio sea el ocurrido durante la invasión de mayo de 1618, cuando una flotilla de más de sesenta embarcaciones turcas y berberiscas atacaron la isla. Tal y como señala el historiador Viera y Clavijo, la mayor parte del vecindario se refugió en las cavernas “señaladamente en la gran cueva de los Verdes de Aria que corre baxo de la tierra casi tres millas a lo largo”. Tras asolar la villa de Teguise, los moros pusieron rumbo al valle de Haría al saber que la mayor parte de los habitantes de la isla se había refugiado allí:
“Pero como no osasen atacarlos dentro de la gran gruta, se contentaron solamente con bloquear la entrada, creyendo que sin remedio se rendirían luego que les faltasen los víveres. No sabían los infieles que esta precaución era inútil, y que los refugiados recibían bastantes provisiones por una salida secreta que tenía la cueva acia otro campo; y a no ser la traycion de un hombre naturalmente doloso, huviera quedado burlada la esperanza del enemigo. Se asegura, que el famoso Francisco Amado, cuyas casas y Archivos de la Escribanía pública havian sido comprendidos en el incendio, cayó en manos de cierta partida de Moros, y que amenazado con los mas atroces tormentos, si no revelaba el medio que tenían sus paisanos de subsistir por tantos días en aquella gruta tuvo la fragilidad de descubrirlo todo, baxo la condición de que le concediesen a el y a su familia la libertad. Con esta noticia no fue difícil que los Argelinos cerrasen la avenida secreta y reduxesen a servidumbre mas de 900 christianos, de cuyo numero fue el mismo Francisco Amado, su muger, su hija y su yerno Baltasar Gonzalez Cabrera. Asi recompensaron los barbaros una traycion con otra.”
Cuesta hacerse la idea de cientos de personas escondidas con sus objetos más valiosos, familias enteras, temiendo por sus vidas y ocultas bajo la tierra. Más de mil personas fueron cautivadas en este ataque. Si bien algunas volvieron a Lanzarote después de que sus familiares pagaran el rescate, muchas otras fallecieron en Argel al no tener los medios para abonar la cantidad que exigían los piratas.
Nota: La imagen de este post corresponde a un plano de la cueva realizado por Francisco Perdomo Cejudo (ingeniero de Montes) y M. Enrique Spínola (arquitecto).
Para saber más:
TORRIANI, Leonardo: Descripción de las Islas Canarias. Traducción, introducción y notas por Alejandro Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife, 1959.
VIERA Y CLAVIJO, José de: Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Madrid, 1772.