La gran mareta

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El agua, su gestión y todo lo que acontece a su alrededor, ha sido uno de los grandes problemas de la Historia de Canarias. La escasez de lluvias, las constantes sequías, la sobreexplotación de las corrientes tanto sobre la tierra como de los acuíferos, se unen para explicar, en gran medida, la relación de los canarios con el agua. Es uno de los temas recurrentes en la cronología del archipiélago y, como tal, no será la última vez, aunque sí la primera, que aparezca en este blog.

A pesar de las dificultades, los habitantes de las islas supieron aprovechar hasta la última gota agudizando el ingenio, creando numerosas infraestructuras para captar y conservar el agua. Entre ellas se encontraban las maretas, término que, en muchas ocasiones, se suele utilizar indistintamente al de aljibe, y que puede tener diversos significados de una isla a otra, e incluso dentro de la misma isla. En su origen, se denominaba mareta a un gran charco o estancamiento de agua aprovechando la topografía natural y que podía mejorarse rodeándolo de un muro de mampostería, con piso de piedra encalado o empedrado con agua para dar de beber al ganado.

La más importante de Lanzarote fue la mareta de La Villa, cuya construcción se remonta a la etapa aborigen. Tras la conquista, se llevaron a cabo diferentes mejoras, como la ampliación de su superficie que fue alzada con piedras. Era la principal construcción hidráulica de la primera capital de Lanzarote y se utilizó para abastecer de agua a los habitantes de Teguise durante todo el Antiguo Régimen.

La Gran Mareta de La Villa de Teguise

Viera y Clavijo señala que “La Mareta, o grande Estanque de figura de caracol, en donde se deposita el agua llovediza para el uso de los vecinos, es una de las cosas más raras de Lanzarote”.

A comienzos del siglo XIX se encontraba bastante deteriorada, sin puertas y con buena parte de sus muros y empedrado destruídos. Además, el agua se utilizaba para otros fines (cultivo y ganado) que no coincidían con el abastecimiento de la población. Con la creación de nuevas maretas públicas en otras zonas de la isla, la obligación de su mantenimiento y limpieza fue desapareciendo, una situación que derivó en el aumento de su deterioro. Por otro lado, las constantes sequías provocaron que se llenase en escasas ocasiones, perdiendo poco a poco su utilidad.

Este proceso continuó en el siglo XX de manera irreversible a pesar de las constantes llamadas tanto al Gobierno central como a los cabildos para que se hicieran cargo de su mantenimiento. Su testimonial uso, las sequías y el desgaste de su infraestructura explican que, a comienzos de la década de los 60, se extrajese la tierra que contenía para crear arenados. En 1973 se resolvió incoar el expediente de declaración de Monumento Histórico Artístico con carácter nacional a favor de la mareta de La Villa. La figura de conservación llegó tarde, en 1976, cuando ésta ya había desaparecido.

Para saber más:

Perera Betancor, Francisca M.: “Historia del agua en Lanzarote”. En La cultura del agua en Lanzarote. Tenerife, 2006.

Nota: La imagen histórica de La Mareta es propiedad de la FEDAC.