La erupción volcánica de 1824

Podemos decir sin errar demasiado que la erupción volcánica de Timanfaya ha sido la más relevante en Canarias desde que las islas reentraron en la Historia, tanto por su duración como por la magnitud de los materiales expulsados y el impacto que supuso en la estructura socioeconómica de Lanzarote. Sin embargo, aquella no fue la única que los conejeros sufrirían desde entonces.

Parque Nacional de Timanfaya

Apenas noventa años después de finalizar el episodio volcánico de Timanfaya se produjo otro similar aunque de carácter más limitado. Durante los últimos días del mes de julio de 1824 se habían ido sucediendo diversos temblores por toda la isla y, en especial, en la zona centro. El 31 de julio el volcán reventó cerca del lugar de Tiagua destruyendo parte del cortijo que el presbítero Luis Duarte tenía en aquella zona. En esta primera etapa se creó el Volcán de Tao al que seguirían el Volcán Nuevo del Fuego o Montaña del Chinero y el Volcán de Tinguatón, cuya erupción se inicia el 16 de octubre de ese año.

Cadena de volcanes de Timanfaya

Estas erupciones se caracterizaron por contar con un largo período de terremotos precursores, por el comienzo brusco de las mismas con emisión simultánea de piroclastos y coladas, por las escasas emanaciones de gases combustibles y nocivos y por la emisión de agua salada en las etapas finales del proceso. Y, en efecto, una de las características más importantes de este ciclo eruptivo es la emisión de aguas salobres en las erupciones de Tao y Tinguatón.

Quizás la más perjudicial para los habitantes de la isla por la cercanía a los núcleos habitados se produjo en los primeros días, con la aparición del Volcán de Tao. El Volcán Nuevo del Fuego surgió en un desierto en medio de un islote que había quedado sin ocupar por las lavas de las erupciones del siglo XVIII mientras que el de Tinguatón lo hizo sobre zonas ya ocupadas por aquel proceso de un siglo atrás. Sin embargo, los daños ocasionados fueron mucho menores que en las erupciones de Timanfaya merced a los cuidados que tuvo el alcalde mayor y capitán de milicias D. Ginés de Castro y Álvarez. Posiblemente, gracias a sus órdenes se realizó también un Diario pormenorizado del proceso eruptivo, lo que ha posibilitado un mayor conocimiento de lo acontecido que en el anterior de 1730-1736.

Aunque dicho Diario sólo narra lo sucedido hasta el 20 de octubre, lo cual ha llevado a muchos a considerar que el proceso volcánico terminó en este mes, lo más probable es que siguiese continuado de manera más suave hasta finales de ese mismo año, en que terminaría sin más incidencias. Desde entonces, los volcanes duermen en Lanzarote, un sueño que no es tan profundo tal y como podemos observar todos los días en el Parque Nacional de Timanfaya.

Actividad en Timanfaya

Para saber más:

RUMEU DE ARMAS, Antonio y ARAÑA SAAVEDRA, Vicente: “Diario pormenorizado de la erupción volcánica de Lanzarote en 1824. Texto histórico y comentario volcanológico” Anuario de Estudios Atlánticos nº 28 (1982), pp. 15-61.

Nota: Las pinturas que ilustran este post son de Jorge Marsá. La fotografía es de Ramón Pérez Niz.