Ya hemos comentado en más de una ocasión los problemas constantes que ha padecido Lanzarote respecto al agua. La cercanía a África, la orografía, la escasez de cubierta forestal y otros aspectos más han propiciado que el hombre lanzaroteño buscase diversas alternativas para recoger y acumular el agua disponible en forma de maretas, aljibes, cisternas, pozos, etc.
Una de dichas alternativas consistió en la construcción de una presa. Porque, en efecto, Lanzarote cuenta con una presa, al igual que Fuerteventura, a pesar de que la orografía de ambas islas no sea la más propicia para la realización de este tipo de edificaciones. Los orígenes de esta presa se remontan a 1958 cuando un grupo de agricultores se reunió para tratar de crear una cooperativa cuyo fin principal sería construir una presa, con una capacidad de 500.000 pipas y ubicada en el barranco del Estanque.
Pasarían casi diez años hasta que, en 1967, el presidente del Cabildo insular, José Ramírez Cerdá, se dirigió al Servicio Hidrológico de Las Palmas para solicitar un estudio destinado a ubicar una presa en el valle del Palomo, en la zona alta del barranco del Estanque. Este proceso culminó en junio de 1970 cuando se redactó el proyecto dirigido por un ingeniero del Servicio Hidrológico de Las Palmas. Este plan concluía que el valle del Palomo ofrecía condiciones topográficas excelentes además de ser uno de los lugares más pluviosos de la isla.
La finalidad era ofrecer una alternativa ante una avería de la desalinizadora, que en aquel momento sólo abastecía a Arrecife, y una reserva para el abastecimiento y el riego. Para ello era necesario contar con 14.000 m3 que era lo que precisaba la entonces población conejera. El nivel del embalse era de 165 metros, lo que daba una altura de 30 metros con una capacidad real de 186.000 m3. Este proyecto inicial fue reformado ante la importancia cada vez mayor del turismo que demandaba más agua.
La construcción se inició casi inmediatamente pero aún en 1976 no se había finalizado la presa de Mala; faltaba el aliviadero, el sistema de drenaje de la obra interna y el esqueleto interior, así como conectar la presa con el depósito de Maneje en Arrecife. El presupuesto inicial que era de 26 millones de pesetas acabo llegando a casi los 50 millones. En 1979 ya estaba preparada para recoger las aguas pero, a pesar de las copiosas lluvias, la presa no recogía toda el agua.
Lo que queda claro es que la presa de Mala se haya convertido en un proyecto que no logró cumplir sus expectativas pues no se culminó de manera que fuese eficaz. Su ejecución resultó inadecuada ya que el agua recogida se filtraba y se precipitaba barranco abajo, como siempre había hecho, deteniéndose en un estanque, el Charco de La Laja. Esta falta de impermeabilización motivó que en los años 80 el Gobierno de España transfiriese sus competencias sobre ella al Gobierno autonómico, el cual lo pasó a su vez al Cabildo de Lanzarote, quedando su gestión en última instancia en manos del Consejo Insular de Aguas. Todo este ir y venir en las competencias ha provocado el deterioro de la misma y que sea completamente inútil en cuanto al uso para el que fue creado, siendo quizás la inversión más ruinosa de las infraestructuras del agua.
Para saber más:
La cultura del agua en Lanzarote. Tenerife, 2006.
Nota: Las fotografías de este post son propiedad de Historia de Haría.