Salvo años puntuales y gracias a la exportación de productos como la barrilla y el vino durante las guerras napoleónicas, las primeras décadas del siglo XIX fueron de una constante crisis económica en el archipiélago, crisis de la que tampoco escaparía Lanzarote. Las clases dominantes y los productores agrícolas buscaron constantemente alternativas para reajustar el modelo productivo y salir de dicha crisis que se producía desde hacía casi un siglo.
A mediados de la década de 1820, y tras su estudio en Cádiz y un decreto de Fernando VII de 1822 que ordenaba a las Sociedades Económicas su propagación en aquellas provincias donde se diesen las condiciones oportunas, llegó a Canarias la cochinilla. La cochinilla o grana es un insecto parásito de la chumbera o tunera del que se obtiene un color rojo, muy apreciado para teñir tejidos por lo que se cotizaba muy alto por los fabricantes europeos de la época.
La introducción de la cochinilla en Canarias se realizó a mediados de la década de 1820, traída desde Cádiz, llegando a Tenerife desde donde pasó en poco tiempo a Gran Canaria. A pesar de las reticencias iniciales de los agricultores que se hallaban convencidos que pertenecía a la familia de las plagas del campo, la cochinilla fue ganando adeptos y en poco tiempo se expandió de forma importante debido a las inmejorables condiciones climáticas del archipiélago: un clima suave, pocas lluvias, escasez de tormentas a lo que habría que añadir que los nopales se conformaban con poca agua y calor abundante. El cultivo de la cochinilla permitió un crecimiento económico que se vio favorecido además por la Ley de Puertos Francos de 1852 y la política librecambista del gobierno británico que permitió la importación de abonos como el guano.
A la isla de Lanzarote llegaría en torno a 1835 y, según algunos autores, se implantó en primer lugar en el cortijo El Patio ubicado en Tiagua. De allí se trasladaría a mediados de siglo a los pueblos de Guatiza y Mala, al norte de la isla, donde ha conformado un paisaje característico de la zona que aún pervive. Durante casi tres décadas la cochinilla fue la fuente principal de riqueza de la isla y permitió superar la crisis en que se hallaba sumida desde la decadencia de la barrilla.
* Panorámica del valle de tuneras de Guatiza y Mala. Fotografía de Clara Suárez.
Sin embargo, al comenzar la década de 1870 se vislumbraban cambios en el horizonte. La crisis económica mundial que se desató en esa década junto con la recuperación de la producción americana a lo que se añadió la introducción de las anilinas sintéticas de menor precio que ya se habían presentado en la Exposición Internacional de Londres de 1862 provocaron la caída de la exportación y una nueva crisis económica que desató nuevas oleadas migratorias. El cultivo de la cochinilla en Lanzarote se fue convirtiendo en marginal y en un negocio familiar que, hasta hace bien poco, se hallaba localizado principalmente en el área de Guatiza y Mala donde a finales del siglo XX aún existían unas 200 hectáreas dedicadas a este cultivo.
* Cactus de Guatiza. Fotografía de Josechu Pérez Niz.
La próxima vez que el lector se dirija al norte de la isla le recomendamos que tome la antigua carretera que atraviesa esos dos pueblos y se sumerja en los últimos vestigios de lo que una vez fue la riqueza de la isla, los campos de nopales y la cochinilla. El verde chillón y el colorido de los tunos sobre el negro del picón volcánico no le dejará indiferente.
Para saber más:
González Lemus, Nicolás: «La explotación de la cochinilla en las Canarias del siglo XIX». Arquipélago-Historia (2001), pp. 175-192.