Durante los siglos XV y XVI, una parte importante de la población canaria procedía de la costa africana cercana, a la que se conocía genéricamente como Berbería. Estos berberiscos ser convertían posteriormente a la religión católica y eran conocidos como moriscos o cristianos nuevos.
Los moriscos llegaban a las islas de dos maneras. La primera, de forma voluntaria, quizás buscando una mejora en sus vidas; sin embargo, esta emigración tuvo que ser tan relevante que, en 1501, los Reyes Católicos emitieron una cédula real prohibiendo que entrase ninguno sin tener licencia de los monarcas. La segunda vía de llegada era la forzosa, como esclavos, al ser capturados por los isleños en sus razzias sobre el continente africano. Estas cabalgadas duraron más de ciento cincuenta años, pues se iniciaron desde el mismo momento de la conquista de las primeras islas aunque se intensificarán en la segunda mitad del siglo XV dirigidas por los señores de las islas.
Lanzarote no constituyó una excepción y serán los señores de las islas quienes dirijan expediciones al continente vecino en busca de berberiscos que luego intercambian por un rescate o permanecerán en la isla como esclavos. Se estima que Diego García de Herrera junto con su hijo Sancho de Herrera, quien heredaría el señorío de Lanzarote y Fuerteventura, realizó unas 46 entradas en Berbería. No será el único. Todos los señores de Lanzarote, hasta el primer marqués de Lanzarote Agustín de Herrera y Rojas, efectuaron numerosas cabalgadas en la costa vecina.
Las capturas de berberiscos y su posterior asentamiento fue tan numeroso que, en un padrón inquisitorial de finales del siglo XVI, se estimaba que la mitad de los 865 moriscos censados en el archipìélago residían en las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Otras informaciones indican que en esas dos islas residían por aquella época más de mil moriscos. Hay que tener en cuenta que la población de Lanzarote en esa época se cifraba en torno a los 1.500 habitantes por lo que la población morisca se situaba entre un tercio y la mitad de la población total. La gran mayoría de ellos eran vecinos libres, mezclados una parte de ellos con cristianos viejos y eran considerados como naturales.
* Expulsión de los moriscos (Carducho, 1627). En Lanzarote no hubo expulsión.
A finales del siglo XVI muy pocos moriscos eran esclavos ya que la invasión pirática de Lanzarote por Calafat en 1569 provocó que Felipe II prohibiese, por real cédula de 1572, las cabalgadas en África. A pesar de las quejas de algunas autoridades ante el excesivo número de moriscos e incluso las sospechas de colaborar o pasar información a los piratas en sus invasiones, lo cierto es que los moriscos continuaron en las islas. En 1609 Felipe III decreta la expulsión de los moriscos de los territorios españoles, comenzando por el reino de Valencia, y ordena al regente de la Audiencia de Canarias que informe de su número para proveer lo que conviniese. Las testificaciones se realizaron en Teguise entre octubre y noviembre de 1610 siendo todas ellas favorables a los moriscos sobre su integración, la lucha contra los enemigos y ser gente de confianza. Lo cierto es que tanto a estos informes favorables como a sus propias gestiones ante el monarca los moriscos de Lanzarote, y del resto del archipìélago, no fueron expulsados, integrándose en la sociedad lanzaroteña por completo.
Para saber más:
Lobo Cabrera, Manuel: «Los moriscos de Canarias exceptuados de la expulsión».